sábado, 18 de diciembre de 2010

Diario de Perú - última entrega

DIARIO DE UNA EXPERIENCIA - VOLUNTARIADO EN PIURA (PERÚ)

Esta, creo, va a ser mi última intervención en este blog. Me quedan pocas palabras para seguir definiendo, como he intentado hacer hasta ahora, la vida de las gentes con las que he tenido alguna relación en Piura. Las emociones son intensas y mi torpeza para plasmarlas grande.

Apenas llevo un par de semanas en España y ya estoy empezando a añorar aquello. Todo aquello. En un principio tenía preparada para colgar la historia de la familia de Lorena, pero esa experiencia, en un acto de puro egoísmo, me la quedo yo. Solo quiero deciros que es probablemente la intervención de Manitos en la que he participado y que más me ha impactado; Lorena es ciega y fue violada con 16 años (tiene un hijo precioso fruto de esa violación) y su hermana Kelly nació con parálisis cerebral y está postrada en una silla de ruedas desde entonces. Como os digo, el resto es para mí.

Hoy, por ser la última, me gustaría dedicarla a la gente “al otro lado de la barra”, a los voluntarios y cooperantes que me he encontrado durante mi estancia aquí, tanto piuranos (Jessica, Manuel, Roxana, Carola, …. ) como extranjeros. Todos, en mayor o menor medida, han renunciado a algo con el fin de darse a los demás. Son gente anónima, que no sale en los periódicos ni en la tele; no son prohombres ni héroes, sino simplemente las personas más generosas con la que he coincidido en mi vida. Lo más valioso que tiene un hombre o una mujer es su tiempo, y estos chicos lo regalan a otros seres humanos para mejorar en lo posible su existencia. No recuerdo quien dijo que ser generoso no es dar a otro aquello que este necesita más que tu, sino que es dar aquello que tu necesitas más que la otra persona.

Sin ánimo de dejarme fuera a nadie, voy a personalizar en dos personajes que quizá sean la mejor representación de mis amigos voluntarios de Piura. El primero de ellos es Jose, donostiarra de mi edad que a principios de año decidió dejar su trabajo fijo en una empresa de tecnología en San Sebastián para ser voluntario en Manitos. Es la piedra angular que mantiene conectados a todos los voluntarios (y en ocasiones son muchos) tanto de Manitos Creciendo como de Manitos Trabajando. Su apariencia “distinta” esconde un corazón enorme.  Ha desarrollado también voluntariado en zonas tan pobres de la tierra como Etiopía y Botswana. Es de las personas que se echan de menos.



Tomás es murciano, como yo, y trabaja como enfermero en el CREMP (el psiquiátrico) de Piura. Lleva doce años desarrollando esta labor por psiquiátricos de medio mundo (Senegal, Honduras, …). Durante mi estancia en Perú y quizá por la confianza que da el ser paisano tan lejos de tu tierra, hemos charlado a menudo, en ocasiones con un pisco sour de por medio. Tiene experiencias para escribir un libro, pero él siempre se quita importancia. No hace lo que hace para “exhibirse” ante nadie, sino porque realmente le sale del corazón. Cuando le preguntaba si iba a volver a España algún día, siempre me decía que estuvo trabajando en Murcia durante un tiempo pero que ese “no era su mundo”.




Al final de mi experiencia me siento pleno. Trabajar en las ludotecas de los asentamientos con los niños, dar clases en Manitos Trabajando, hacer visitas específicas a familias “especiales”, compartir mi tiempo con personas que te hacen ser mejor persona, gente cuyo denominador común es la alegría y las ganas por vivir…..  He tenido esa suerte. Y me gustaría pensar que hay un pedazo de mí en cada una de esas personas, que todas ellas son un poco yo mismo. Por eso, y a pesar de todo, no puedo sentir más que gratitud por cada segundo de mi simple e insignificante vida.



Pero esta no es mi historia, sino la de los cientos, miles de niños y adolescentes que están en un grave riesgo de exclusión social y, en ocasiones, de supervivencia en los asentamientos humanos. Es la historia de Maynor, de Cielo y de Luchito, y de Abdías, y de Shirley,…. a quienes Manitos ha abierto una puerta a la esperanza. Hablo a menudo de esperanza, pero es que CANAT  en definitiva, les enseña el camino a una vida mejor a estos niños y adolescentes, en un sentido global de la palabra. Les ofrece la posibilidad de dejar atrás una condena segura a pobreza extrema y la sustituye por una luz de ilusión. Como dice con buen criterio Laura, queda mucho por hacer;  sería una verdadera lástima que CANAT, que necesita para su supervivencia la participación de voluntarios, tuviese que dejar su importantísima labor por la ausencia de éstos. Por ello, es fundamental que el trabajo de esta asociación se conozca, se transmita la intervención integral que la asociación realiza en los niños y adolescentes trabajadores de Piura, para que el flujo de voluntarios (y de dinero, si es posible) no pare y no se pongan en peligro las distintas líneas de actuación que actualmente desarrollan.

Solo se ama lo que se conoce.
 

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