viernes, 26 de noviembre de 2010

CAM EN PIURA-PERU: Diario de Perú- Cuarta entrega

CAM EN PIURA-PERU: Diario de Perú - Una experiencia inolvidable :

"DIARIO DE UNA EXPERIENCIA - VOLUNTARIADO EN PIURA (PERÚ)

Es común que nos preguntemos ¿Qué pensamos de la pobreza? Yo creo que La pobreza es como el amor, no se ve, se siente”

Para hablar de la pobreza hay que sentirla, haberla vivido. Es fácil definir la pobreza cuando uno lo ha vivido.

A muchos extranjeros que visitan el Perú no les choca la pobreza, que de alguna manera esperan encontrar, sino la indiferencia que ésta parece generar en los peruanos más afortunados.

Todos hemos sufrido escasez de dinero en algún momento. Es una experiencia individual, pero no es lo mismo que el problema social de la pobreza. La pobreza, como problema social, es como una herida profunda que contagia cada dimensión de la cultura y de la sociedad. Incluye un bajo nivel ingresos, la privación de acceso a servicios como educación, mercados, sanidad o posibilidad de tomar decisiones, y también la falta de prestaciones comunitarias como agua, alcantarillado, carreteras, transporte y comunicaciones.

Tengo una semana de estar en mi querido Piura y es como si el tiempo no hubiera pasado por aquí, al contrario, la ciudad cada vez más sucia, más inmigrantes, más Asentamientos Humanos habitados por gente en condiciones impensables y más pobreza.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención es el recibimiento que te dan los niños, a penas te ven, se acercan a ti, te abrazan y te besan y la mejor recompensa .….una SONRISA. Se conforman con tan poco que te hace sentir miserable. Muchas veces valoramos muy poco lo que tenemos y siempre queremos más, en cambio ellos nos enseñan que para ser feliz solo se necesita amor, esfuerzo y persistencia.

Por lo tanto he de decir que peor pobreza no es la económica, sino la espiritual. Vivimos en un mundo materialista, inmerso en necesidades vanas y hemos dejado de lado el servicio a los demás, ser más humanos y sobre todo el amor a nuestro prójimo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Diario de Perú- Cuarta entrega

DIARIO DE UNA EXPERIENCIA - VOLUNTARIADO EN PIURA (PERÚ)

"El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto." (J.L. Borges)

L. tiene 6 años y vive en el asentamiento humano de Castilla. Es un niño muy activo, no está quieto ni un segundo. Siempre juega en la ludoteca de Manitos de Castilla con chicos mayores que él, y la única diferencia palpable es la estatura;  en ganas y fuerza incluso los supera. Suelo jugar al fútbol con todos ellos en la cancha de arena del asentamiento, casi siempre de arquero o de árbitro. Me doy cuenta de que gracias a su coraje es un chico respetado y querido por sus compañeros. Hay que dar mucho mérito a eso porque él solito se lo ha ganado. Pero como en todo, también hay un matiz en esta historia….



L. tiene una malformación congénita en la nariz y labio superior muy acentuada,  estéticamente identificable a primera vista. Este problema le impide hablar con claridad y supongo que también le dificulta el acto de comer. Además, es un poco chiquito para su edad. A priori, L. tendría todas las papeletas para que los otros niños se mofaran de él. La famosa crueldad de los pequeños; basta que un niño esté un poco entrado en carnes para ser rebautizado como gordinflón o similares por el resto, por ejemplo. Pero eso no se da en este caso, más bien al contrario;  L. es tratado no solo con respeto, sino también con ternura y protección por sus compañeros del asentamiento. Y aquí el mérito hay que concedérselo a los amigos de L. En un entorno tan hostil  como en el que viven, donde la palabra supervivencia tiene una significación literal, la existencia de este tipo de comportamientos resulta reconfortante para quien los observa. Aquí no cabe la célebre frase de Hobbes “El hombre es un lobo para el hombre”,  ni el más débil es devorado ni abandonado a su suerte. Es como volver a creer en la especie humana.

A pesar de ello, L. es consciente que no es del todo "igual" al resto de niños, que tiene una diferencia, y eso provoca que visita tras visita al asentamiento tengas que ganarte su confianza. Es lógico, a estos críos la vida no les ha dado razones para confiar en ella.  Solemos hacer un seguimiento especial a L. para que participe en las dinámicas y en los juegos de grupo previos al partido, que no se autoexcluya por vergüenza o por miedo.



En una ocasión comenté que Manitos intentaba formar personas con mayúsculas. Quizá esto sea el mejor ejemplo de lo que ello quiere decir. En la ludoteca se trabajan, disfrazados entre los juegos, valores como el respeto, el compañerismo, el esfuerzo, el trabajo en equipo, la igualdad,…. Valores que van calando en los críos desde pequeños y que poco a poco irán creando el mejor caldo de cultivo para que estos seres adorables, que ahora son niños, se conviertan en un futuro en PERSONAS  con mayúsculas.


Mi diario de Piura (II)- Historias mínimas

Mi diario de Piura (II) – Historias mínimas
¡Qué rápido pasa el tiempo! Ya han pasado casi tres semanas; como se dice siempre, parece que llegué ayer, pero por otro lado, hemos vivido tantos momentos que va a ser difícil olvidar a nuestro regreso.
En este tiempo, hemos vuelto a echar una mano en el transporte de bloques de adobe. Hemos ido un poco más tarde, a las 9 y media, y a esa hora ya no están los hermanos mayores, que están estudiando, sino una de las pequeñas, de 15 años, que carga adobes durante varias horas antes de ir al cole. Picri es pequeñita, pero su fuerza nos asombra. Lleva así toda la vida, y mientras nosotras somos capaces de cargar con un bloque de 12 kilos, como mucho dos, ella coge tres bloques en sus brazos, empuja el carro o lleva a los burros con una facilidad pasmosa. De hecho, nos desafía a ver quien descarga más rápido un carro lleno de bloques, o ella o las tres adultas voluntarias. Y, claro, como os podéis suponer, ella nos gana.  Nadie se puede imaginar lo que nos agradece estar con ella; no son los bloques que transportamos, es el estar ahí, acompañándola, porque ella hace esa tarea sola muchos días. Nos agradece con una gran sonrisa que la escuchemos y que le digamos lo fuerte que es.
Ese día conocí a la madre del chico que os mencioné en mi diario anterior, y que había sido asesinado mientras ella estaba en la cárcel. Fuimos a visitarla a su “casa”, hecha de paja y latón.  Y como siempre, una gran sonrisa. Está contenta porque dentro de poco va a cambiar su casa y la va a construir de adobe. Ha vendido la otra casa que tenía a un buen precio, 5000 soles (unos 1.400 euros), y con eso ha podido comprar los bloques que necesita.  De esta manera intenta sacar a su hijo del ambiente en el que vivían y evitar que corra la misma suerte de su hermano mayor.  Me impresiona la fortaleza de esta mujer, sobre todo al conocer más detalles de su vida. Mientras ella estaba en la cárcel, su pareja se encargó de cuidar a sus hijo y a su hija, a la que dejó embarazada.  La hija, adolescente,  es por tanto ahora madre de un bebé de la expareja de su madre. Su hija convive con él y el bebe, en una situación familiar difícil de sostener.
Y siguen las historias.  A. y M. son hermanas, dos niñas adorables. La mayor de unos 9 años, es discapacitada, tiene un retraso, y la menor de unos 6 añitos, es hiperactiva. Viven con su madre en una casa de latón y paja en el asentamiento de Castilla. Su madre se dedica a recoger chatarra para vivir. Ella tiene además dolores en la columna que la hacen pasar mucho tiempo acostada.  El padre tiene otra familia (otra mujer, otros hijos) y no suele aparecer por allí, ni hacerse cargo de la familia. Y, según me cuentan, mejor que no lo haga, porque es alcohólico y agresivo. Las niñas iban al colegio, pero repetían continuamente porque además de los problemas que de por sí tienen, su madre no podía ayudarlas porque no sabe leer ni escribir. Gracias a la ludoteca de los martes y jueves las niñas tienen un rato de juego, pintan, se ríen, y se olvidan sólo temporalmente de la situación que viven en su casa.


Hemos visitado también el Centro de Enfermos Mentales de San Juan de Dios. Es un centro que aunque no pertenece al proyecto Manitos, sí está muy vinculado porque la directora de Manitos colabora activamente en él. En este centro se acoge a gente con enfermedades mentales, agudos y crónicos, en muchos casos abandonados por sus familias. Gracias a la colaboración de voluntarios y del personal que trabaja allí tienen lugar muchos talleres que les permiten a los enfermos desarrollarse dentro del marco de su enfermedad.  Un proyecto que a mí me ha gustado especialmente es el de Radio Cutivalú. Los enfermos graban un programa todas las semanas sobre temas que les interesan, leen poemas, cantan… Tuvimos la ocasión de participar en una de las emisiones, fue un momento divertido y emocionante.

Hay más y más historias, y experiencias que estamos conociendo y viviendo, pero seguro que me dejo algunas sin contar. En estos días también hemos conocido la historia de otra familia, que no tiene casa y vive de la caridad de la gente que les ve en la calle y les acoge temporalmente en sus vivienas. El niño mayor trabaja en la “combi” (los autobuses locales), y va a estudiar a Manitos. Gracias a ello, Manitos ha conocido la situación de la familia, y les va a ayudar a tener una “vivienda”.  Por el momento hemos ido a buscar el terreno, en un asentamiento urbano en las afueras de la ciudad. Incluso conseguir unos metros en el desierto es algo complicado, son muchas las familias que necesitan una casa. Para poder conseguir el terreno es necesario hablar con el cura local, que gestiona las solicitudes. Una vez adjudicado el terreno, tienen tres días para poder levantar la casa, que consiste en unas esteras y unos palos (guayaquiles), con un techo de calamina. Manitos les ayuda a conseguir el terreno, y les facilita el material necesario para construir la vivienda.  Esperamos que en las próximas dos semanas consigamos el terreno y podamos terminar la casa.
Además de las ludotecas de Castilla y Los Ángeles, hemos conocido la ludoteca situada en el asentamiento de la Tortuga en la costa, al lado de la playa del mismo nombre. Si las condiciones de Castilla y Los Ángeles son difíciles, creo que las de la Tortuga aún lo son más. Aunque en los asentamientos anteriores no tienen agua corriente, al menos sí hay una fuente que funciona durante unas horas y en la que pueden coger el agua en cubos. Pero en la Tortuga no hay agua de ningún tipo. Dependen de unos camiones cisterna que les trae agua un par de veces a la semana, y se las vende a un precio de oro. Los niños no van a la escuela, pasan el día en las playas o en los vertederos de basura situado justo al lado del asentamiento. Se alimentan prácticamente a base de pescado, que cogen del mar y que en muchas ocasiones comen crudo sin ningún tipo de preparación. En la ludoteca se intenta que los niños pinten, se les cuenta cuentos, en resumen, que disfruten de su infancia durante unas horas. Tuvimos también la ocasión de conocer a voluntarios de otra ONG española, que intentan encontrar agua en la zona para ayudar en la financiación de una fuente para el asentamiento.

Hay también muchas historias alegres, de esperanza, como la labor de los voluntarios y la alegría de los niños al participar en todas las actividades que se organizan. Otro proyecto realmente bonito que hemos celebrado la semana pasada son las Olimplayas. Es una excursión que se organiza una vez al año y en la que participan todos los alumnos que acuden a Manitos Creciendo. Para muchos alumnos, es la única ocasión que tienen de ir a la playa, que está situada a una hora de Piura aproximadamente. Normalmente, muchos alumnos tienen que trabajar también el domingo, pero en este caso las familias les permiten acudir porque se trata de algo totalmente excepcional. Se organizaron todo tipo de actividades. Los niños están divididos en grupos, y uno de ellos es el de las madres adolescentes que aquí son muy numerosas a pesar de los talleres de Sexualidad que se están impartiendo en Manitos. Las niñas, porque no dejan de serlo, van con sus pequeños e intentan participar en los juegos sin dejar de cuidar a sus hijos. Creo ver una mirada de tristeza y de envidia en más de una, que ven a sus antiguas compañeras de oficios disfrutar tranquilamente de un día de playa sin tener ninguna responsabilidad sobre sus hombros.  Pero una vez más, gracias al proyecto, las niñas huyen por un día de la realidad de su hogar, siempre bajo el permiso de su pareja y de su suegra, porque así es como funcionan las cosas aquí…

martes, 2 de noviembre de 2010

Diario de Perú- Tercera entrega

DIARIO DE UNA EXPERIENCIA - VOLUNTARIADO EN PIURA (PERÚ)

“El más terribles de  todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta” (Federico García Lorca)

Hasta el último momento he dudado si publicar o no la presente entrada en el blog; al final me he decidido a hacerlo porque, aunque es una historia dura, encierra otra de esperanza y superación.

Siento verdadera admiración por M., un chico de 21 años que vive en el asentamiento humano de Castilla. M. estudia mecánica en una de las escuelas de Piura. Es chiquito, pero con una fortaleza física y mental que no había visto en mi vida. Tiene 6 hermanos, todos menores que él, el más pequeño apenas cuenta con 5 años. Además de estudiar, colabora diariamente con Manitos (especialmente con la ludoteca) y ayuda a su padre a hacer y vender adobe. Excepto por su lugar de residencia y el número de hermanos, el resto no parece más que la descripción de un chico normal de su edad (estudia, trabaja y colabora). O eso pensaba yo, hasta que la semana pasada tuvimos la oportunidad de pasar un día en su casa, conviviendo con su familia. Empiezan entonces las matizaciones…

El día en la familia de M. empieza a las 4 de la mañana. El horario varía cuando hay que amasar y componer adobes, siendo en este caso la hora de levantarse las 3 a.m. En esta actividad, la de la fabricación, participan prácticamente todos los miembros de la familia excepto, por razones obvias, el más pequeño. Hoy sólo hay que repartirlos a las distintas “casas en obras” que hay en el asentamiento, por lo que nos ponemos en marcha unos minutos antes de las 4. Apenas hay luz en la calle, por supuesto ni un alma más que nosotros, y hace frío. M. y su hermano S. (el siguiente en edad) ya han aparejado los burros que tirarán de los carros en los que se van a transportar los adobes.





Desde la casa de la familia hasta donde se fabrican los adobes hay aproximadamente 10 minutos andando. Recorremos ese camino en silencio por respeto a los vecinos del barrio que obviamente todavía duermen, pero también porque el sueño no hace que nos apetezca demasiado hablar. Somos doce voluntarios los que vamos a colaborar en esta actividad (Sophie, Inés, Camille, Jakob, Kilian, Caro, Cuco, Edu, Anabel, Jose, Laura y yo). Mientras caminamos, es inevitable pensar que en un día normal, este trabajo lo realizan M. y sus hermanos sin ayuda de nadie, con el mismo frío y la misma oscuridad.



En cada uno de los dos carros se pueden cargar aprox. 60 adobes por viaje. Cada adobe pesa unos 12 kg., y para una vivienda pequeña se precisan 4.000 adobes. Los adobes se venden a 200 nuevos soles cada 1000 piezas (el cambio está en 3.7 soles por euro). La familia de M. puede sacar aproximadamente 1.000 soles al mes por su trabajo, que al cambio vienen a ser unos 250 euros. Y con eso vive una familia de 9 miembros. Os podéis imaginar que no da para muchos lujos.

Son las casi las  7 h. y, después de haber cargado, transportado y descargado seis carros de adobes, damos por terminado el trabajo. Maynor y su hermano tienen que volver a su casa, lavarse y vestirse para ir a la escuela.


Hablo con Laura y los otros voluntarios; estamos todos hechos polvo. Pero para la familia de M. el día no ha hecho más que empezar; todavía quedan por delante muchas horas de trabajo y estudio. Según nos dicen, sus obligaciones no les dejan dormir diariamente más de 4 horas. Pero no siempre fue así…

Antes de vivir en el asentamiento de Castilla vivían en una casa más a las afueras. Se dedicaban a la venta de chatarra. Entonces incluso tenían que madrugar más porque, como me dice S., había mucha competencia y los primeros que llegaban a las zonas donde habitualmente se encontraba la chatarra se llevaban lo más valioso. Su vivienda entonces era mucho más precaria y sus condiciones de vida mucho peores. Para que os hagáis una idea, tenían que caminar más de 15 horas para llevar agua potable en bidones a casa.

Ahora por lo menos tienen agua casi en su puerta y luz eléctrica, madrugan menos y tienen un trabajo más estable, “reconocido” y mejor pagado. Y lo más importante, no han perdido la esperanza de ir mejorando poco a poco, a través de la formación de los chicos (gracias sobre todo a Manitos) y del trabajo sin descanso de todos. Desde esta perspectiva, se podría decir que han prosperado en mucho; pero solo pensar que a esto se le pueda llamar “progreso” ya me parece broma de mal gusto, ¿verdad?

Mi diario de Piura (I)

El día 25 de octubre por la noche llegué a Piura después de un largo viaje de tres vuelos desde Alicante.  Llevo ya una semana aquí, y me resulta increíble lo rápido que pasa el tiempo, hay tantas cosas qué hacer, tantos momentos que vivir…
Como Joaquín ha comentado ya varias cosas sobre Manitos, os contaré un poquito mi experiencia personal hasta ahora. El martes por la mañana, después de una noche de descanso después del palizón del viaje, me levanté muy tempranito para recorrer el centro de la ciudad de Piura, con ayuda del mapita de Joaquín (aquí los voluntarios nos vamos ayudando unos a otros según va llegando alguien nuevo). Lo que más me chocó de la ciudad en una primera impresión fue el caos circulatorio, el ruido; desafío al que se atreva a conducir aquí sin ser de la ciudad. De hecho, cruzar las calles es todo un deporte de riesgo, los coches no paran aunque tengas un paso de cebra. Luego me recogieron varios voluntarios y nos fuimos a comer, y de ahí a las instalaciones de Manitos Creciendo para ir a una de las ludotecas, la del asentamiento de Castilla. Creo que fue en ese momento cuando tuve la primera visión real de nuestro papel aquí.
El asentamiento se reduce a un montón de casas de adobe, estera y sólo alguna de ladrillo en una zona desértica. Según vamos andando por las “calles” por llamarlo de alguna forma, la arena se te cuela por todas partes. Lógicamente no hay agua corriente, sólo unas fuentes de tanto en cuanto donde acuden a coger agua a horas muy determinadas con unos cubos. Más adelante os contaré más cosas de la gente que vive aquí.

La ludoteca es una casita de adobe que fue construida por voluntarios junto con la vivienda situada a su lado. Esta vivienda es la casa de Maynor, un chico peruano que vive allí con su familia (son 7 hermanos y sus padres), que salió de Manitos y que sigue colaborando muy activamente con ellos. Mi primer contacto con los niños fue impresionante, son increíblemente cariñosos y te agradecen el que vayas a pasar un ratito con ellos allí. Cuando llegas todos te dan un beso, te abrazan y te llaman “miss, miss” como si fueras su profa… y eso que sólo es el primer día y no te conocen.  Una de las niñas, que no tendría más de 10 años, iba con su hermanito pequeño, de unos 2, y no le soltó en ningún momento. Me sorprendió el sentido de la responsabilidad que tienen los hermanos mayores respecto a los más pequeños. Ella se moría de ganas de jugar, es una niña, pero no lo hizo hasta que no se aseguró de que alguien podía hacerse cargo de su hermanito pequeño. Es injusto ver que estas niñas no pueden disfrutar de su infancia porque en muchos casos se convierten en pequeñas mamás cuidando de sus hermanos.
Al volver de la ludoteca nos dirigimos a los locales de Manitos Creciendo y tuve ocasión de hablar con su coordinadora, Auri. Ella me explicó con todo detalle en qué consiste Manitos Creciendo, y todo lo que hacen allí. Manitos Creciendo es mucho más que formación, es enseñanza para la vida; se trata de un apoyo para que los adolescentes tengan un futuro.  Auri me contó varias historias de ésas que te hacen preguntarte cómo en el siglo XXI podemos permitir que siga existiendo un mundo tan injusto; nos enseñó una foto de familia en la que aparecía una madre con sus dos hijos, uno de ellos de 15 años había muerto asesinado porque se dedicaba a pasar drogas y parece ser que tenía demasiada información que les interesaba a otras mafias, todo ello mientras la madre estaba en la cárcel.  Lo que está intentando hacer Manitos es que su otro hijo no siga el camino de su hermano.
Como mujer, me interesó mucho también la labor que desarrolla Manitos para por un lado concienciar a las familias de que las niñas también tienen derecho a estudiar, que es algo que muchos padres no entienden, y las campañas de  información sexual para evitar que niñas de 14 años se queden embarazadas, algo que por desgracia es muy frecuente.
Al día siguiente acompañé a Joaquín a Manitos Trabajando, que se encuentra al lado del Mercado de Piura. Aquí estuve hablando con Solange, la responsable del centro, que me comentó que en este caso se les presta apoyo a los niños que, aunque sí van a la escuela, están en riesgo de exclusión por el ambiente en el que viven. La mayor parte de los niños proceden de familias que trabajan en el Mercado, en el que están obligados a trabajar para poder ayudar al mantenimiento de las familias.  Me comentaba la historia de un niño, que aunque acudía a la escuela, tenía 44 faltas de asistencia por tener que trabajar, o el caso de otro que su padre enfermó, se quedó inválido y su madre le retiró de los estudios primarios porque tenía que sacar adelante a la familia. Con Ruth fui a recorrer el Mercado, que me choca por sus malas condiciones de higiene. Hay una zona, que es la de los alcohólicos, con una especie de “bares” en las que me comenta Ruth están muchos padres de los niños de Manitos, y que no es recomendable recorrer si no vas acompañado.
Al día siguiente  volvimos a la ludoteca, pero en este caso en el otro asentamiento, el de Los Angeles, pero muy similar al anterior.


Sigo con mi semana de inmersión, conociendo todos los proyectos que Manitos está desarrollando. Al día siguiente ya me asignan dos niñas en Manitos Trabajando, para encargarme de supervisarlas y ayudarlas a hacer sus tareas. Son Zaira Patricia y Jessica, que están en primaria pero tienen dificultades de aprendizaje. Son adorables. Espero ser su amiga durante este tiempo y que mi pequeña ayuda les sea realmente útil.
Esa misma noche estamos invitados a cenar en casa de Maynor, en el asentamiento de Castilla. Como comenté antes, Maynor colabora con Manitos porque gracias al proyecto, ha conseguido estudiar Mecánica, primero en Manitos y ahora a nivel superior en una Escuela Técnica. Vive con su familia en una casa de adobe al lado de la ludoteca. Son 7 hermanos y hermanas, y sus padres. Como ya he comentado, tanto la casa como la ludoteca se construyeron gracias al apoyo de voluntarios, y ellos están muy agradecidos. Antes vivían en una casa de paja, y ahora pasar al adobe para ellos ha supuesto una gran mejora. La madre tiene 36 años, pero aparenta muchos más, por la dureza de su día a día,  lo mismo que su padre, de 42. En todo el tiempo que estamos allí, no dejan de sonreír y tratarnos con sorprendente amabilidad.  Al estar allí, conozco un poco la historia de la familia. El padre se dedica a construir y vender bloques de adobe, por los que consigue sacar un equivalente a unos 300 euros al mes para mantener  al matrimonio y los 7 hijos. Para ello se levanta todos los días de madrugada, y trabaja hasta el anochecer. Los dos hijos mayores, Maynor y Sadán, para ayudar a su padre se levantan todos los días a las 4 de la mañana, y a veces a las 3 para preparar el adobe y luego a las 8 ir a estudiar. Duermen una media de 3 a 4 horas al día, cuando pueden. Y a pesar de ello, siempre con una sonrisa. Maynor además como he comentado se dedica a colaborar en las ludotecas y en talleres que organiza Manitos Creciendo. Hablando con ellos, se ve que el padre tiene muchas esperanzas puestas en su hijo, le apoya y sabe que su formación puede ser una solución para salir de la situación en la que se encuentran.
Esa noche dormimos con sacos y mantas en la ludoteca, y nos levantamos al día siguiente, o mejor, esa noche a las 4 de la mañana con Maynor y Sadán para ayudarles a cargar los adobes en los carros tirados por los burros. Es noche cerrada. Cada bloque pesa unos 12 kilos, y los carros llevan un máximo de 60 bloques.  Por el camino, mientras vamos detrás de los carros, conozco otros detalles de la familia. No siempre han vivido ahí. Antes vivían en una zona en la que para conseguir agua tenían que andar 8 horas de ida y 8 de vuelta, y su trabajo consistía en recoger chatarra. Lo chocante es que tenían que madrugar para coger la chatarra, porque se peleaban por conseguirla. Venir al asentamiento de  Castilla en Piura ha supuesto para ellos una gran mejora. Ahora viven en una casa de adobe, y por lo menos en su “calle” hay una fuente donde coger agua a algunas horas del día. Y además los hijos de la familia estudian y tiene posibilidades de salir adelante.

A las 8 de la mañana yo estoy agotada, me parece increíble que sean capaces de ir a estudiar tan felices después de llevar bloques de adobe desde las 4 de la mañana!! Los voluntarios nos vamos a dormir un rato y a la tarde vuelvo con mis niñas de Manitos Trabajando y a la ludoteca, donde ayudo a otra niña con sus tareas.
Aparte de mi experiencia de voluntariado, disfruto lógicamente conociendo otra cultura. El idioma, aún siendo el mismo, tiene muchas diferencias, términos propios que poco a poco empiezo a conocer. El fin de semana aprovechamos para acercarnos a Chiclayo, que está a “sólo”  tres horas de autobús de aquí. Las distancias aquí son enormes. Entre otras cosas, visitamos el Museo del Señor de Sipán, que recomiendo porque es realmente interesante. El lunes es el día de Todos los Santos, que aquí es un día de celebración destacado. Nos acercamos por la mañana a Catacaos, a media hora de Piura en combi (autobús). Hay muchos puestos de artesanía, sobre todo plata y cerámica. Un niño guía, César, se nos acercó por la mañana, y no se despegó hasta la tarde. Es un niño gracioso, espabilao, que nos acaba llevando a una Picantería a comer. El con eso se lleva su comisión, que nos confiesa, es un plato de comida y 1 sol. Por la tarde se celebra en la plaza, al lado de la iglesia de Catacaos, Los Angelitos, una tradición en la que aquellas personas que tienen un niño fallecido en su familia o en su entorno se acercan a otro niño de la misma edad que el fallecido y le dan un pastel típico y miel. Al final esta tradición se ha ido cambiando con el tiempo y finalmente cualquier persona puede ofrecer rosca y miel a los niños en la plaza.
Tras ver la celebración de Los Angelitos, nos acercamos al Cementerio de Catacaos, que hoy es una fiesta. A la entrada hay una feria, con diferentes puestos, y dentro, todas las tumbas están iluminadas con bombillas  o luces de neón. La gente además lleva velas y se queda toda la noche e incluso el día siguiente velando a sus parientes fallecido. Para ellos el día de difuntos es una fiesta del reencuentro, donde las familias que hace tiempo que no se ven se juntan para la ocasión. Es impresionante ver el cementerio iluminado por la noche, otro momento más para recordar.