Los acontecimientos que ocurren en la Tortuga se anuncian por megafonía y cualquiera puede poner un aviso pagando 1 Sol por ello.
Hay tres o cuatro emisoras que se encargan de que se escuche por todo el Pueblo y los mensajes son de lo mas variopinto. Te informan de si en tal o cual casa se vende pescado, de alguna reunión comunal o de si se ha perdido una gallina por poner algún ejemplo.
Un día antes de marchar de la Tortuga se me ocurrió despedirme de toda la gente con un mensaje de este tipo, así que lleve el siguiente texto a las emisoras y lo emitieron por todo el pueblo.
"Comunicado de Jota Jota para los pobladores de la caleta la Tortuga;
Ha llegado el día en el que tengo que volver a España. Mañana me iré de la Tortuga y quiero despedirme de vosotros.
En España me espera mi hijo y estoy contento porque voy a verlo después de cuatro meses. Pero también estoy triste.
Estoy triste porque tengo que irme de la Tortuga.
Quiero daros las gracias a todos por haberme dejado vivir en vuestro maravilloso pueblo. Por las horas de conversación y por todo lo que me habéis ensenado. Por dejarme jugar con vuestros hijos y haberme aceptado como amigo.
Mañana me iré de la Tortuga pero siempre os llevare en mi corazón."
Este mensaje fue emitido una tarde y al día siguiente temprano me iba de la Tortuga en la primera combi de la mañana, pero aun tenía una lección que aprender, quizá la mas dura. Una lección que trata de despedidas, una lección que los voluntarios aprenden pocos días antes de volver a casa. Siempre ocurre algo, siempre se encuentran motivos para querer quedarte, para sentir que has empezado algo y de pronto te vas dejándolo todo a medias, abandonando a tus amigos.
Sobre la doce y media de la noche me despertaron unos golpes y una voz que decía "no se mueve".
Por un momento creí que estaba soñando pero a los pocos minutos Luisa golpeo mi puerta y me dijo que fuese con ella. Al llegar a casa de Chiquirato un escalofrío me traspaso el alma y deje de entender lo que me decían mis sentidos.
Una multitud se agitaba en la casa y vi a dos niños jalando de Chiqui para sacarle fuera. Luisa se destacó por un momento entre la difusa multitud de cuerpos gritando "es Pablo, está que no se mueve".
- Hola Chiqui, soy Jota.
- Jota traeme a mi hijo.
Ninguna palabra antes se me había clavado de esa forma y por ellas tuve el valor de entrar en la siguiente sala, de ir esquivando cuerpos, brazos, caras.
A la altura de las cabezas aparecieron unos pies desnudos sujetos por manos que no cesaban de frotarlos y debajo de esos pies unas piernas, y luego Pablo entero vestido de manos que lo frotaban, acariciaban, aplicaban ungüentos o le pegaban.
Ahora lo alzaban, ahora lo acostaban, lo sentaban en una silla o lo ponían de lado en el suelo. Gritos, carreras y biblias, de todo había en la habitación menos un medico, estos están muy lejos de la Tortuga. Y como en una orgía de muerte en la que cada uno intenta aplicar su inútil remedio me emborrache por la urgencia e intente reanimarle, participando así en una danza con mi gente. Pero la "calva", como aquí la llaman, ya había escogido pareja y no iba a soltar a Pablo.
Y así bailando pasaron las horas y salio el sol, y Pablo se fue poniendo frío y blanco, y Chiquirato se quedaba sin su único hijo.
Pablo tenia 36 anos y 9 hijos, el mayor de 12 anos y el mas pequeño de 3 meses, lo conocí en la playa al volver del mar, fuerte, sano y alegre.
Al día siguiente Chiqui mueve su mano buscándome, sabe que estoy a su izquierda.
- No te ibas ayer?
- Si
- Ya no te vas?
- Si Chiqui, si me voy. Pero en terminar.
- Ya hermano.
Unas horas después del entierro me despido de la Tortuga. Chiquirato esta sentado en medio de una sala negra, llena de mujeres vestidas de negro, en la que se ha instalado la mas grande de las penas, así pasara 9 días. Cuando le doy la mano por última vez le da unos golpecitos de una forma misteriosa y sorprendido le digo;
- No me estarás haciendo un conjuro.
Y entonces Chiqui, por un momento, sonríe como si esta nueva dentellada de la vida no fuera con el. Y esa sonrisa borra de mi mente su imagen destrozada de las últimas horas.
Días después, mientras espero el avión que me llevará a España, no puedo evitar que esa sincera sonrisa venga a mi recuerdo, y tengo la certeza de ser muy afortunado por haber conocido a un ser único e irrepetible.
Hasta siempre Chiquirato.
Hasta siempre Tortuga.
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