martes, 2 de noviembre de 2010

Diario de Perú- Tercera entrega

DIARIO DE UNA EXPERIENCIA - VOLUNTARIADO EN PIURA (PERÚ)

“El más terribles de  todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta” (Federico García Lorca)

Hasta el último momento he dudado si publicar o no la presente entrada en el blog; al final me he decidido a hacerlo porque, aunque es una historia dura, encierra otra de esperanza y superación.

Siento verdadera admiración por M., un chico de 21 años que vive en el asentamiento humano de Castilla. M. estudia mecánica en una de las escuelas de Piura. Es chiquito, pero con una fortaleza física y mental que no había visto en mi vida. Tiene 6 hermanos, todos menores que él, el más pequeño apenas cuenta con 5 años. Además de estudiar, colabora diariamente con Manitos (especialmente con la ludoteca) y ayuda a su padre a hacer y vender adobe. Excepto por su lugar de residencia y el número de hermanos, el resto no parece más que la descripción de un chico normal de su edad (estudia, trabaja y colabora). O eso pensaba yo, hasta que la semana pasada tuvimos la oportunidad de pasar un día en su casa, conviviendo con su familia. Empiezan entonces las matizaciones…

El día en la familia de M. empieza a las 4 de la mañana. El horario varía cuando hay que amasar y componer adobes, siendo en este caso la hora de levantarse las 3 a.m. En esta actividad, la de la fabricación, participan prácticamente todos los miembros de la familia excepto, por razones obvias, el más pequeño. Hoy sólo hay que repartirlos a las distintas “casas en obras” que hay en el asentamiento, por lo que nos ponemos en marcha unos minutos antes de las 4. Apenas hay luz en la calle, por supuesto ni un alma más que nosotros, y hace frío. M. y su hermano S. (el siguiente en edad) ya han aparejado los burros que tirarán de los carros en los que se van a transportar los adobes.





Desde la casa de la familia hasta donde se fabrican los adobes hay aproximadamente 10 minutos andando. Recorremos ese camino en silencio por respeto a los vecinos del barrio que obviamente todavía duermen, pero también porque el sueño no hace que nos apetezca demasiado hablar. Somos doce voluntarios los que vamos a colaborar en esta actividad (Sophie, Inés, Camille, Jakob, Kilian, Caro, Cuco, Edu, Anabel, Jose, Laura y yo). Mientras caminamos, es inevitable pensar que en un día normal, este trabajo lo realizan M. y sus hermanos sin ayuda de nadie, con el mismo frío y la misma oscuridad.



En cada uno de los dos carros se pueden cargar aprox. 60 adobes por viaje. Cada adobe pesa unos 12 kg., y para una vivienda pequeña se precisan 4.000 adobes. Los adobes se venden a 200 nuevos soles cada 1000 piezas (el cambio está en 3.7 soles por euro). La familia de M. puede sacar aproximadamente 1.000 soles al mes por su trabajo, que al cambio vienen a ser unos 250 euros. Y con eso vive una familia de 9 miembros. Os podéis imaginar que no da para muchos lujos.

Son las casi las  7 h. y, después de haber cargado, transportado y descargado seis carros de adobes, damos por terminado el trabajo. Maynor y su hermano tienen que volver a su casa, lavarse y vestirse para ir a la escuela.


Hablo con Laura y los otros voluntarios; estamos todos hechos polvo. Pero para la familia de M. el día no ha hecho más que empezar; todavía quedan por delante muchas horas de trabajo y estudio. Según nos dicen, sus obligaciones no les dejan dormir diariamente más de 4 horas. Pero no siempre fue así…

Antes de vivir en el asentamiento de Castilla vivían en una casa más a las afueras. Se dedicaban a la venta de chatarra. Entonces incluso tenían que madrugar más porque, como me dice S., había mucha competencia y los primeros que llegaban a las zonas donde habitualmente se encontraba la chatarra se llevaban lo más valioso. Su vivienda entonces era mucho más precaria y sus condiciones de vida mucho peores. Para que os hagáis una idea, tenían que caminar más de 15 horas para llevar agua potable en bidones a casa.

Ahora por lo menos tienen agua casi en su puerta y luz eléctrica, madrugan menos y tienen un trabajo más estable, “reconocido” y mejor pagado. Y lo más importante, no han perdido la esperanza de ir mejorando poco a poco, a través de la formación de los chicos (gracias sobre todo a Manitos) y del trabajo sin descanso de todos. Desde esta perspectiva, se podría decir que han prosperado en mucho; pero solo pensar que a esto se le pueda llamar “progreso” ya me parece broma de mal gusto, ¿verdad?

7 comentarios:

  1. Estaba resoplando después de llevar un día un tanto estresante, cuando se me ha ocurrido echarle un vistazo al blog. He leido el artículo, y lo que en principio había sido un mal día de trabajo, voy a dar las gracias por "tener estos malos días". Siempre es importante valorar lo que uno tiene y relativizar los problemas, que seguro, no son tan importantes. Animo, un abrazo.

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  2. Hola Juanmi y Paqui. No sabeis lo que me alegra leeros. Pues sí, tenéis razón, aquí todo tiene un valor distinto al que le damos en el mundo "desarrollado", se valoran más las cosas necesarias y se le da otro tipo de ponderación (más pequeña) a las superfluas. Creo que en eso la "sociedad occidental" está equivocada porque parece que cambia las prioridades: se le da más valor a lo menos valioso. Un fuerte abrazo y un beso para el pequeño.

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  3. Buen trabajo Joaquín, en nada estamos los cuatro juntos. animo.

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  4. Al vivir estas experiencias estoy segura que nuestras vidas han cambiado, ya no somos los mismos y una sonrisa de aquellos niños valen más que cualquier tesoro. La riqueza material es necesaria pero lo realmente importante es nuestra riqueza espiritual.
    Nos vemos pronto

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  7. Hola makina, te veo currando mucho. Apuntate las experiencias que luego nos las cuentes. Por lo que veo el concepto del mundo cambia por esos lares. Y nosotros aqui sufiendo contingencia informaticas, como si fuera lo único en el mundo. Saludos.

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